Investigación histórico-arqueológica
Como fuente arqueológica, las ánforas son un indicador esencial de la distribución de mercancías, especialmente a granel, como aceite de oliva, vino y otros productos. Con la ayuda de los restos de ánforas no sólo se pueden rastrear determinados bienes, sino también el flujo de mercancías y el comercio en la Antigüedad. Por ello, parte de la investigación histórica del proyecto se centra en el estudio de las ánforas. Así, en el marco del Atlas Dimag se está investigando la distribución espacial de las ánforas, así como su producción, transporte y utilización. Aquí nos centramos en el estudio de sus inscripciones, incluidos los llamados «tituli picti». Esta información epigráfica, que va más allá de la típica clasificación tipológica de las ánforas, es crucial para rastrear las posibles rutas marítimas que conectaban distintas regiones.
Una parte esencial de la investigación histórica del proyecto es el estudio de las fuentes escritas de la Antigüedad para analizar las condiciones marco del comercio marítimo romano. La atención se centra en las posibilidades de navegación de los antiguos navegantes, que utilizaban para orientarse en el Mediterráneo y abrir rutas marítimas. En segundo lugar, hay que analizar los factores económicos que influyeron en los agentes a la hora de elegir las rutas. Tanto las condiciones naturales como las económicas son objeto de las descripciones que los geógrafos antiguos hacen del mundo mediterráneo. De sus obras se puede obtener información significativa sobre las economías marítimas si se consideran en el contexto de las fuentes documentales.
Otro foco de investigación del proyecto es el estudio de los puertos romanos del Mediterráneo. El objetivo de este análisis es determinar ciertos puertos de importación y exportación para determinados grupos de bienes y mercancías, que también se han comprobado mediante la investigación de las fuentes escritas, por ejemplo en Estrabón, y que se utilizaban en consecuencia para el comercio de determinadas mercancías y, por tanto, representan puntos fijos en el antiguo sistema de rutas. Si bien es sabido que Roma se abastecía de todas las mercancías del imperio, por así decirlo, especialmente a través de sus puertos de Ostia/Portus y Pozzuoli, esto no está tan claro en el caso de los puertos de la provincia del sur de la Galia, por ejemplo.
Dos factores son esenciales para identificar qué puertos eran posibles puntos calientes para qué mercancías: en primer lugar, es necesario identificar las mercancías que se ha demostrado que han pasado por un puerto en mayores cantidades y, en segundo lugar, es necesario aclarar si en ese puerto puede haber tenido que haber otras infraestructuras y otras condiciones para que las mercancías pudieran ser manipuladas, y si éstas también existían.
El paso de ciertos bienes puede captarse tanto a través de fuentes escritas como de hallazgos arqueológicos. La cantidad de tráfico puede determinarse mediante un análisis similar del interior. Por ejemplo, puede demostrarse que, aunque el vino se transportaba en ánforas en casi todos los puertos, en algunos debió de manipularse en cantidades significativamente mayores debido a la existencia de un gran hinterland bien conectado. Pero si en el fondo esto no es nada nuevo para la investigación, también revela una imagen diferenciada del origen geográfico de los vinos importados en los distintos puertos. Lo mismo ocurre con la exportación local de vino, que (comprensiblemente) pasaba por otros puertos distintos a los de importación, y cuyo rastro puede seguirse hasta la India. A partir de estos datos, se pueden leer las rutas preferidas del comercio, siempre teniendo en cuenta los vientos dominantes y las consiguientes posibilidades o imposibilidades de rahbetakel los barcos romanos.